Capital de Jordania, Amán tiene mucho encanto, ya que está situada entre el desierto y el fértil valle del Jordán y encierra tesoros únicos, como una ciudadela romana y un bonito centro histórico. Perdeos por sus encantadores zocos, sobre todo en el Souk Jara, el más grande de la ciudad, y acercaos a alguna de sus colinas para ver sus atardeceres únicos.
La Biblia narra como Moisés subió al monte Nebo y Dios le mostró la Tierra Prometida. Así que merece la pena ascender hasta la cima y contemplar desde allí sus atardeceres maravillosos. No os perdáis tampoco los mosaicos de la antigua iglesia bizantina del siglo VI. Y recordad: estáis en Tierra Santa.
A unos 10 kilómetros del monte Nebo descubriréis la vieja capital del reino de Moa: Mádaba. Se trata de una parada obligada, ya que encierra alguno de los mejores mosaicos bizantinos de Oriente Medio. Uno de ellos se encuentra en la iglesia cristiana-ortodoxa de San Jorge y muestra cómo era la Tierra Santa en el siglo VI d.C.
El mar Rojo es luminoso, transparente y de una gran riqueza en vida marina. Aqaba, a orillas del mismo, es un destino ideal para disfrutar de la playa y practicar buceo y snorkel. Su clima suave y las corrientes marinas han creado un entorno en el que crecen corales, delfines y peces multicolores.
Está considerada la octava maravilla del mundo antiguo. Es una legendaria ciudad excavada en la roca por los nabateos, a la que se accede a través de un enigmático desfiladero. Petra permaneció siglos abandonada y perdida, y se convirtió en una leyenda hasta que en 1812 fue redescubierta. Os emocionaréis cuando veáis esos tonos naranja y rosados de Petra y sus alrededores (sobre todo al amanecer y al atardecer) y al andar por su estrecho desfiladero (el Siq), que deja a la vista el templo Khasné. No os perdáis tampoco el sendero ascendente con casi mil escalones que lleva hasta El Deir (El Monasterio), el edificio más hermoso que levantaron los nabateos. ¿Algún consejo? Alojaos en la ciudad de Wadi Musa y desde allí visitad Petra. ¿La mejor hora? Muy temprano.
400 metros por debajo del nivel del mar os espera el mar Muerto. Allí podréis sentir como el tiempo se detiene y disfrutar mientras os bañáis en sus aguas con un alto porcentaje de salinidad (un 35%), por lo que es imposible hundirse. Flotaréis como corchos, viviendo una Dead Sea Experience. También es un lugar ideal para relajarse, ya que existe un 8% más de oxígeno por la presión atmosférica, por lo que la sensación de bienestar es total.
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